Mayo es sin duda el mes de las flores.  Cientos de variedades adornan nuestros jardines y dan color al interior de nuestras casas, pero ¿sabes que algunas también se comen?

Es habitual consumir flores en infusiones. ¿Quién no se ha tomado alguna vez una manzanilla para hacer la digestión? También se usa la lavanda como sedante o el hibisco para regular la presión arterial. Pero lo que no es habitual es incluir las flores en nuestras recetas dulces o saladas.

Utilizar flores en la cocina estimula nuestros sentidos,  hace que los platos sean más atractivos, aporta sabores interesantes y nos proporciona una serie de propiedades nutricionales beneficiosas para el organismo.

En rasgos generales las flores son ricas en proteínas, grasas, almidones, aminoácidos, vitaminas A, B, C, E, antioxidantes y varios elementos minerales, especialmente fósforo y potasio, que son indispensables para el cuerpo humano. Pero el mayor componente es el agua, con hasta un 80% de su composición.

La mayoría de ellas se comen en ensaladas, pero también puedes cocinarlas en guisos y sopas, como acompañamiento a carnes blancas y rojas, en platos de pasta, arroces, salsas y postres.

Hay que tener mucho cuidado a la hora de consumirlas. Las flores que utilicemos en nuestras recetas tienen que estar libres de pesticidas y haber sido cosechadas para fin alimentario. Deben consumirse preferiblemente recién cortadas, ya que la refrigeración, aunque alarga la vida útil de la mayoría de las flores comestibles, puede estropear las que sean más sensibles al frío (pensamientos y capuchinas pueden durar hasta 2 semanas en la nevera).

La mejor hora para cortarlas es por la mañana. Cuando las vayas a consumir, lávalas con agua fría y deja que se sequen sobre papel absorbente. Escoge sólo las que estén en perfecto estado, desechando los pistilos y la base blanca de los pétalos.

Y cuidado! No todas las flores son comestibles.  Algunas de ellas son tóxicas como el Anturio, la Begoña o la Fuchsia.

También hay que conocer las peculiaridades de cada una. Los pétalos del girasol, por ejemplo, son muy amargos, cosa que se elimina cociéndolos unos segundos al vapor, y sus capullos se pueden cocinar igual que las alcachofas, una de las flores que más consumimos en nuestro país.

Para que veas lo buenas que están voy a compartir contigo esta receta de flores rellenas de queso. Dejarás alucinados a tus invitados.

Flores de calabacín rellenas

Lava unas 15 flores bajo un chorro de agua fría, elimina el pistilo y ponlas sobre un paño limpio para que se sequen.

Mezcla 300 gr de requesón con 100 gr de Parmigiano rallado, hasta obtener una crema suave. Sazona con sal, pimienta negra y una pizca de nuez moscada.

Rellena el interior de la flor, sin excederte demasiado y cierra las puntas de los pétalos hacia adentro para que no se salga el relleno.

Pasa las flores de calabacín, primero por harina, luego por huevo batido y por último otra vez en harina (puedes utilizar harina de trigo, maíz, arroz, garbanzos, espelta….)

Las puedes freír en abundante aceite  hasta que adquieran un color dorado y dejarlas escurrir sobre papel absorbente, pero también quedan riquísimas si las horneas a 180º unos 15 minutos. De esta última forma son más saludables.

Y te voy a dar alguna idea más para que poco a poco introduzcas las flores en tus recetas:

Y no se me pueden olvidar las flores de berza, que vemos a principios de primavera en todas las huertas y están buenísimas en cremas y revueltos.

Como hemos visto, las flores son fuente de alimento, para nosotros y para muchas otras especies. Permiten que toda la variedad de especies vegetales siga perpetuándose en el tiempo, nos sirven como remedio natural y en la fabricación de medicamentos, y además dan color a nuestro mundo.

Y si quedas con ganas de más, aquí tienes nuestros últimos 10 consejos: